Anda suelto por ahí un individuo nacido en Redondela (Pontevedra) y recriado en el antiguo protectorado de Tánger. El susodicho mercachifle de las ideas dice haber estudiado ingeniería en Burdeos y pertenecer ¡oh, la la!,that a marvel a la École des Hautes Études en Sciences Sociales, a Paris. Conocido como Ignacio Ramonet el hombre lleva varias décadas subido al púlpito de Le Monde.
En ese periódico que fue referencia y órgano de lectura obligada para toda la oposición democrática antes de la muerte de Franco por las crónicas de su corresponsal en Madrid José Antonio Novais, ya fallecido, pero que ya no es nada, el tal Ramonet lleva décadas predicando lo que considera la fe verdadera que leen todavía como si fuera el evangelio algunos progres trasnochados e incultos, algún homosexual de los pocos que aún no han llegado a ser presentadores de televisión y todos los tontos útiles de la izquierda española; en definitiva, la mesnada de cantamañanas que tienen a Hugo Chávez y a Fidel Castro (del que el tal Ramonet ha escrito una hagiografía) como los iconos de la libertad pese a que en Venezuela se cierran a diario periódicos y en Cuba se condena a la gente a la cárcel por expresar en público sus ideas.
En una de sus últimas columnas titulada «neoliberalismo obligatorio», el columnista más pesado de Francia nos cuenta como Rodríguez Zapatero anda estos días perdido en las tinieblas de la política, con el alma desgarrada, con una úlcera de estómago, envejecido y atribulado por el hecho de tener que llevar a la práctica las únicas medidas posibles para sacar a España de la crisis.
Y todo porque el 7 de mayo pasado, en Bruselas, los jefes de Gobierno del Eurogrupo, cuando se sumaron al Fondo Monetario Internacional (FMI) y a los mercados financieros le obligaron a renegar de toda veleidad social, y a convertirse en el acto a lo que él llama «el credo neoliberal», la bestia negra de la progresía mundial, el horror de centenares de miles de individuos que se dicen ilustrados, uno de los jinetes del Apocalipsis para aquellos que siguen sin renunciar al viejo postulado de que el comunismo y el proletariado son «la partera y el motor de la historia»
«Apenas cinco días después [de aquella reunión] –agrega Ramonet-, con el fanatismo de los conversos (mas con pretendido " desgarro interior "), el Presidente del Gobierno -que afirmaba, en 2004, "gobernaré para los más débiles", y reiteraba, en 2008, "gobernaré pensando en los que no tienen de todo"- anunciaba un plan de ajuste terriblemente impopular. Cinco millones de pensionistas, tres millones de funcionarios, cientos de miles de ancianos necesitados de asistencia y medio millón de futuros padres de 2011 padecerán las consecuencias del brutal recorte».
¿Y qué otra cosa podían haber hecho? ¿Permitir que el peor gobernante de la historia de España siguiera despilfarrando el dinero de las arcas públicas a manos llenas entre los miembros del «sindicato de la ceja» incrementando la deuda y el déficit público? ¿Dar tiempo a que el pasmao de La Moncloa se sacara de la manda otra Ley de la Memoria Histórica para dividir a los españoles y hacerles olvidarse de los problemas reales del país? ¿Ayudar a que el mayor «déspota ignaro» de la historia de España se inventase otro estatuto de autonomía como el de Cataluña para romper España y desviar la atención de los problemas reales de la nación?
Claro que antes de lanzarse por la pendiente de escribir una estúpida diatriba el oh, mon Dieu, what a honor, «catedrático» de la École des Hautes Études en Sciences Sociales de Paris debería haberse preguntado si es que existe otra doctrina política que sustituya al liberalismo después de la caída del Muro de Berlín en 1989 y el hundimiento del comunismo real, el paraíso perdido del proletariado admirado y reverenciado por los progres, donde murieron millones de rusos de hambre en la etapa de Stalin, a consecuencia de la represión comunista y el fracaso de la economía planificada y los planes quinquenales.
Porque, monsieur Ramonet, hablemos claro: en el siglo XX sólo existieron en el mundo tres ideologías esenciales: el comunismo (y su versión más edulcorada, el socialismo), los totalitarismos de Hitler y Mussolini y el liberalismo, cuya trayectoria es anterior ya que arranca con la primera revolución Industrial de Gran Bretaña (1830) o incluso desde mucho antes, desde finales del siglo XVII, previamente a que el filósofo tenido también por economista Adam Smith (1723–1790) le diera una estructura científica en sus obras The Theory of Moral Sentiments y An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations.
Pues bien, los totalitarismos (el fascismo de Benito Mussolini y el nacionalsocialismo de Adolfo Hitler) fueron derrotados por las armas en 1945. Y el comunismo pervivió unas décadas más, gracias a la tiranía y al terror que inspiraban sus regímenes, a las masivas deportaciones a Siberia y a las decenas de millones de muertos por la desnutrición, el hambre y la barbarie de sus gobernantes. Sucumbió definitivamente en 1989, tras la caída del Muro de Berlín, que dejó al descubierto del mundo entero por primera vez la falacia y la mentira del socialismo real, de la dictadura del proletariado y del control estatal de los medios de producción.
Esta situación política se mantiene en la actualidad. Dejando al margen a Portugal y Grecia, que con un PIB insignificante apenas cuentan en el seno de la Unión Europea, el único socialismo que pervive hoy día en Europa es el de José Luis Rodríguez Zapatero, que ha vuelto a rodearse de las viejas excrecencias estalinistas imponiendo una ideología rancia, decimonónica y perturbadora de la economía de mercado.
Ha sido, por tanto, el liberalismo moderado y transformador el que ha gobernado Europa durante seis décadas consecutivas y sin ese laissez-faire, laissez-passer con unas gotas de keynesianismo en lugar de Estado de Bienestar habríamos tenido hace décadas miseria, hambre y podredumbre en todas las esferas sociales, como ocurrió en la Ex Unión Soviética.
Por lo tanto, el liberalismo, mientras no se invente otra ideología que lo sustituya, algo casi imposible, pese a la existencia de algunos fascistas disfrazados de liberales, es el único mecanismo de crear riqueza, prosperidad y bienestar en las naciones. Si toda Europa y la mayoría de los países industrializados (Estados Unidos, Gran Bretaña, Japón) son de ideología liberal porque demonios la Unión Europea tiene que abdicar de sus principios políticos y permitir que José Luis Rodríguez Zapatero, el torpe de la clase, haga lo que le de la gana que no es otra cosa, que llevar a España camino del precipicio y con ella a toda la Unión Europea.
En ese periódico que fue referencia y órgano de lectura obligada para toda la oposición democrática antes de la muerte de Franco por las crónicas de su corresponsal en Madrid José Antonio Novais, ya fallecido, pero que ya no es nada, el tal Ramonet lleva décadas predicando lo que considera la fe verdadera que leen todavía como si fuera el evangelio algunos progres trasnochados e incultos, algún homosexual de los pocos que aún no han llegado a ser presentadores de televisión y todos los tontos útiles de la izquierda española; en definitiva, la mesnada de cantamañanas que tienen a Hugo Chávez y a Fidel Castro (del que el tal Ramonet ha escrito una hagiografía) como los iconos de la libertad pese a que en Venezuela se cierran a diario periódicos y en Cuba se condena a la gente a la cárcel por expresar en público sus ideas.
En una de sus últimas columnas titulada «neoliberalismo obligatorio», el columnista más pesado de Francia nos cuenta como Rodríguez Zapatero anda estos días perdido en las tinieblas de la política, con el alma desgarrada, con una úlcera de estómago, envejecido y atribulado por el hecho de tener que llevar a la práctica las únicas medidas posibles para sacar a España de la crisis.
Y todo porque el 7 de mayo pasado, en Bruselas, los jefes de Gobierno del Eurogrupo, cuando se sumaron al Fondo Monetario Internacional (FMI) y a los mercados financieros le obligaron a renegar de toda veleidad social, y a convertirse en el acto a lo que él llama «el credo neoliberal», la bestia negra de la progresía mundial, el horror de centenares de miles de individuos que se dicen ilustrados, uno de los jinetes del Apocalipsis para aquellos que siguen sin renunciar al viejo postulado de que el comunismo y el proletariado son «la partera y el motor de la historia»
«Apenas cinco días después [de aquella reunión] –agrega Ramonet-, con el fanatismo de los conversos (mas con pretendido " desgarro interior "), el Presidente del Gobierno -que afirmaba, en 2004, "gobernaré para los más débiles", y reiteraba, en 2008, "gobernaré pensando en los que no tienen de todo"- anunciaba un plan de ajuste terriblemente impopular. Cinco millones de pensionistas, tres millones de funcionarios, cientos de miles de ancianos necesitados de asistencia y medio millón de futuros padres de 2011 padecerán las consecuencias del brutal recorte».
¿Y qué otra cosa podían haber hecho? ¿Permitir que el peor gobernante de la historia de España siguiera despilfarrando el dinero de las arcas públicas a manos llenas entre los miembros del «sindicato de la ceja» incrementando la deuda y el déficit público? ¿Dar tiempo a que el pasmao de La Moncloa se sacara de la manda otra Ley de la Memoria Histórica para dividir a los españoles y hacerles olvidarse de los problemas reales del país? ¿Ayudar a que el mayor «déspota ignaro» de la historia de España se inventase otro estatuto de autonomía como el de Cataluña para romper España y desviar la atención de los problemas reales de la nación?
DESDE EL FINAL DE LA II GUERRA MUNDIAL, CON ALGUNA EXCEPCION LOS DIRIGENTES EUROPEOS HAN SIDO TODOS ELLOS LIBERALESLo primero que debería reconocer el tal Ramonet es que los cinco millones de que habla son de parados y no de pensionistas [no todos se han convertido en asalariados del Gobierno] y los 3’3 millones de funcionarios los ha creado en gran parte José Luis Rodríguez Zapatero. Pero cómo vamos a permitir que la realidad nos fastidie un buen comentario debió pensar el tal columnista. Tras criticar las desregulaciones y la liberalización del sector público que en el caso de España facilitó sus años primeros y únicos años de prosperidad en siglos en la etapa de Gobierno del Partido Popular, Ramonet cuestiona lo que él llama «liberalismo obligatorio» y plantea un retorno a los trasnochados postulados del nefasto modelo keynenesiano.
Claro que antes de lanzarse por la pendiente de escribir una estúpida diatriba el oh, mon Dieu, what a honor, «catedrático» de la École des Hautes Études en Sciences Sociales de Paris debería haberse preguntado si es que existe otra doctrina política que sustituya al liberalismo después de la caída del Muro de Berlín en 1989 y el hundimiento del comunismo real, el paraíso perdido del proletariado admirado y reverenciado por los progres, donde murieron millones de rusos de hambre en la etapa de Stalin, a consecuencia de la represión comunista y el fracaso de la economía planificada y los planes quinquenales.
Porque, monsieur Ramonet, hablemos claro: en el siglo XX sólo existieron en el mundo tres ideologías esenciales: el comunismo (y su versión más edulcorada, el socialismo), los totalitarismos de Hitler y Mussolini y el liberalismo, cuya trayectoria es anterior ya que arranca con la primera revolución Industrial de Gran Bretaña (1830) o incluso desde mucho antes, desde finales del siglo XVII, previamente a que el filósofo tenido también por economista Adam Smith (1723–1790) le diera una estructura científica en sus obras The Theory of Moral Sentiments y An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations.
Pues bien, los totalitarismos (el fascismo de Benito Mussolini y el nacionalsocialismo de Adolfo Hitler) fueron derrotados por las armas en 1945. Y el comunismo pervivió unas décadas más, gracias a la tiranía y al terror que inspiraban sus regímenes, a las masivas deportaciones a Siberia y a las decenas de millones de muertos por la desnutrición, el hambre y la barbarie de sus gobernantes. Sucumbió definitivamente en 1989, tras la caída del Muro de Berlín, que dejó al descubierto del mundo entero por primera vez la falacia y la mentira del socialismo real, de la dictadura del proletariado y del control estatal de los medios de producción.
EL LIBERALISMO SALVÓ A EUROPA OCCIDENTAL DEL HAMBRE MIENTRAS EL SOCIALISMO REAL MATABA A SUS SUBDITOS A MILLONESLa única doctrina que pervivió fue el liberalismo que, con ciertos toques conservadores o keynesianos (Suecia y los países nórdicos), permitió reconstruir Europa desde la II Guerra Mundial hasta nuestros días. Los principales dirigentes y líderes europeos de los últimos sesenta años en Europa (Robert Schuman, Konrad Adenauer, Charles De Gaulle, Georges Clemenceau, Jean Monet, Winston Churchill, Margaret Thatcher, Alcide De Gasperi, Giulio Andreotti, Aldo Moro y otros) han sido conservadores o liberales aunque algunos de ellos se llamaran demócrata cristianos. La existencia en ese largo periodo de algún gobierno socialista en Europa (Willy Brandt en la RFA y François Mitterrand en Francia) han sido pequeños paréntesis en la historia de estas dos grandes naciones que apenas causaron traumas porque afortunadamente apenas tuvieron tiempo de poner en práctica sus ideas. En el caso de Willy Brandt, incluso podría decirse que era más liberal que socialdemócrata. Y gracias a sus oportunos consejos Felipe González no entró en la senda del socialismo radical, intervencionista y estatista a caballo entre la II y III Internacional.
Esta situación política se mantiene en la actualidad. Dejando al margen a Portugal y Grecia, que con un PIB insignificante apenas cuentan en el seno de la Unión Europea, el único socialismo que pervive hoy día en Europa es el de José Luis Rodríguez Zapatero, que ha vuelto a rodearse de las viejas excrecencias estalinistas imponiendo una ideología rancia, decimonónica y perturbadora de la economía de mercado.
Ha sido, por tanto, el liberalismo moderado y transformador el que ha gobernado Europa durante seis décadas consecutivas y sin ese laissez-faire, laissez-passer con unas gotas de keynesianismo en lugar de Estado de Bienestar habríamos tenido hace décadas miseria, hambre y podredumbre en todas las esferas sociales, como ocurrió en la Ex Unión Soviética.
Por lo tanto, el liberalismo, mientras no se invente otra ideología que lo sustituya, algo casi imposible, pese a la existencia de algunos fascistas disfrazados de liberales, es el único mecanismo de crear riqueza, prosperidad y bienestar en las naciones. Si toda Europa y la mayoría de los países industrializados (Estados Unidos, Gran Bretaña, Japón) son de ideología liberal porque demonios la Unión Europea tiene que abdicar de sus principios políticos y permitir que José Luis Rodríguez Zapatero, el torpe de la clase, haga lo que le de la gana que no es otra cosa, que llevar a España camino del precipicio y con ella a toda la Unión Europea.
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