Thursday, April 28, 2011

LA DICTADURA DE FACEBOOK Y LOS NUEVOS IMPERIOS DE LOS TIBURONES CIBERNETICOS DE LAS REDES SOCIALES

Hace menos de un año, en un informe que me pidió una empresa de telecomunicaciones, me atrevía a asegurar que dentro de una década, las urnas estaban llamadas a desaparecer en los países democráticos. La cada vez mayor seguridad de Internet y su implantación en casi todos los hogares permitiría votar por la red, sin salir de casa.

Me apoyaba para ello en un estudio del presidente de Telefónica, SA, sobre el cada vez más acelerado avance de las telecomunicaciones. Según tiene escrito César Alierta, el primer telegrama trasatlántico, cursado en 1857 por la Reina Victoria, la última testa coronada de la dinastía de Hanóver en el Reino Unido [Glory to God in the highest, on earth and good will to all men] a través del cable submarino de la Anglo American Telegraph Company tardó seis semanas en llegar a su destinatario, el presidente norteamericano James Buchanan; el primer cable telefónico intercontinental tendido casi un siglo después (1956) sólo permitía establecer 36 llamadas a la vez frente a las 200.000 de los actuales; inventado en 1876 el teléfono tardó 89 años para alcanzar una aceptación masiva de 150 millones de usuarios; la televisión descubierta en 1928, en cambio, sólo necesitó 38 años hasta convertirse en un medio de comunicación masivo, hecho que se produce en 1966. En un mundo donde la tecnología avanza meteóricamente, el teléfono móvil, que entra en funcionamiento en 1983, logra una implantación de 150 millones de usuarios en 1997, es decir, en apenas 14 años; el Ipod obtiene la misma cifra de usuarios en apenas 7 años y Facebook logra los 550 millones de usuarios en menos de cinco años.

El auge de las redes sociales y su alcance planetario no tiene parangón alguno en el lento crecimiento de las telecomunicaciones hasta hace dos décadas. De hecho, se trata de una auténtica revolución. En la actualidad las seis grandes empresas del sector [Twitter (valorada en 7.700 millones de dólares en el mercado, el doble de hace 4 meses), Google (15.000 millones de dólares), Youtube (1.650 millones en 2006, tres veces más en 2011), Facebook (33.00 millones), Yahoo (30.000 millones de dólares) y Wikipedia (desconocido al no estar a la venta y financiarse con donaciones) ] llegan a 1.600 millones de personas en los cinco continentes y tienen la capacidad de unificar culturas, ideas y hacer caer barreras culturales, ideológicas, tabúes tribales y servir de tela de araña para dar a conocer cualquier algarada o revuelta popular como las ocurridas en las últimas semanas en los países del Magreb. Incluso la revista Time, donde estuve en 1987 haciendo un stage invitado por mis amigos Henry Muller y Richard “Dick” Duncan, director y director adjunto, declaraba a su co-fundador y CEO (chief executive officer) Mark Zuckerberg personaje del año en diciembre de 2010.

Lo más extraño es, sin embargo, que en los últimos 24 meses, las redes sociales no solo se han apropiado de hecho sin coste alguno de gran parte de las infraestructuras de las empresas telefónicas, sus usuarios reproducen artículos enteros de la Prensa escrita y de Internet sin pagar, se descargan canciones de Youtube que pasan de unas plataformas a otras, y han colonizado y engullido tantos negocios tradicionales ajenos que en la actualidad es más habitual ver a los habituales usuarios de móviles chateando e interactuando desde un iPhone o BlackBerry que leyendo un periódico, comprando un disco o hablando cómodamente con sus amigos o su oficina desde un teléfono fijo, cuya desaparición se anuncia a medio plazo.

LAS REDES SOCIALES HAN COLONIZADO Y SE HAN APROPIADO SIN COSTE ALGUNO DE LAS COMPAÑÍAS TELEFÓNICAS, OBLIGADAS A REALIZAR ENORMES INVERSIONES SIN PARTICIPAR EN SUS BENEFICIOS

Todo lo cual no deja de tener sus ventajas y sus riesgos. Dado el monopolio de facto establecido por las redes sociales, ayer mismo, por ejemplo, Facebook me «condenó» a 14 días de «cárcel» en las que no puedo invitar a mis amigos y conocidos a «darse de alta» en mi página. Y todo porque, al igual que ocurría en los más feroces años de la dictadura comunista en la URSS, la de Stalin, la «maquina infernal» de «Facebook» «dictaminó» por enésima vez que abusando de sus servicios al invitar a unirse a mi página a personas que «no conocía». Y, además, de paso, me aplicó una nueva condena por anticipado, cosa que ni los «jueces de la horca» hacen en el siglo XXI. Me hizo «firmar» un «acta de conformidad» redactada exclusivamente por ellos y frente a la que no había defensa alguna en la que se me advertía que si reincidía, el castigo sería mucho «más grave».

Todo lo cual, obviamente, viene a representar una forma de censura que jamás había sufrido en 40 años de ejercicio como periodista y escritor en los principales medios de comunicación de habla hispana ni por parte de las editoriales en las que he publicado los 17 libros en los últimos 19 años. ¡Manda cojones con el tal Zuckerberg!

Entiendo que las redes sociales traten de evitar las «molestias a otros usuarios» e intenten estandarizar su way of life que no es más que una forma de autoritarismo absurdo a todo el mundo. A aquellos que hemos tenido la obligación profesional de viajar por los cinco continentes y conocemos a la mayoría de los líderes políticos, sociales, culturales e intelectuales de uno y otro signo de decenas de países, con las aburridas amas de casa de White Plains (Nueva York), por no ir más lejos.

Todo lo cual me está llevando a pensar que, salvo WikiLeaks, la Web de Julian Assange, este tipo de «medios de comunicación modernos» que pretenden sustituir a los tradicionales a los que he dedicado 40 años de mi vida, van camino de convertirse en si mismos en la peor de las dictaduras posibles, ordenándole a los ciudadanos con quién pueden cartearse, cual es el lenguaje políticamente correcto, a quién deben invitar a su casa y a quien no, en que establecimiento comercial deben comprar y cuáles son los discos, los libros y las películas que deben ver.

Lo que nadie cuenta es que tras este humillante trato al usuario, que más bien parece dirigido a colegiales de 8 años («niño, una hora contra la pared por hablar en clase») que a personas adultas, se encuentra uno de los negocios más prósperos del siglo XXI, construido por unos caraduras dispuestos a explotar y a aprovecharse en su beneficio de las ansias de comunicación e interacción del ser humano y a chupar la sangre de manera especial la sangre y el dinero de las compañías telefónicas de los cinco continentes y de sus millones de accionistas, convirtiéndose en molestos parásitos de sus redes de banda ancha, que saturan y ralentizan, y de sus infraestructuras de transmisión de voz y les obligan permanentemente a ampliarlas sin recibir nada a cambio.

Acrecentando, de paso su poder e influencia en la sociedad. No me extraña, por lo tanto, que los gobernantes de medio mundo ─ especialmente las dictaduras árabes y musulmanas ─ teman más a Google, Facebook o Twitter que a la bomba atómica. O que los gobiernos demócratas estén igualmente preocupados. Como en 1984, la novela de George Orwell, una ínfima minoría, los dueños de las redes sociales, se están tomando atribuciones que no les corresponden: pensar por todos nosotros, ordenar nuestra vida, nuestros gustos y hasta nuestros más íntimos sentimientos y pensamientos.

FACEBOOK, GOOGLE Y OTRAS ESTAN DISTORCIONANDO LOS MERCADOS MUNDIALES, IMPONIENDO LOS BIENES DE LA INFORMACIÓN A LOS INDUSTRIALES

Porque las llamadas las redes sociales, son algo más que una nueva forma de comunicación o un pasatiempo inofensivo. De hecho están cambiando el mundo e imponiendo que los bienes de la información ─ películas, música, viajes, compras online, ocio, espectáculos, deportes, software y cotizaciones en la bolsa ─ estén sustituyendo a los bienes industriales, los motores de la economía mundial. Su capacidad de influencia sobre las masas es tan grande que han ido mucho más allá. Desde 2007 constituyen una seria amenaza para AT&T, Telefónica, Vodafone/Verizon, China Mobile, Nippon Telegraph and Telephone o Deutsche Telecom al convertirse en los amos del universo cibernético: No sólo han puesto en crisis desde 2007 el negocio de la telefonía básica y de los SMS sino que están imponiendo su modelo de negocio a los hasta hace poco intocables y poderosos gigantes de la comunicación.

No es extraño, por ejemplo, que Apple, Nokia, Ericson o Sony fabriquen sus smartphones multimedia Ipad, BlackBerry, iPhone, iPod Touch, BlackBerry pensando en Twitter y Facebook y que el 80 por ciento de sus tripas estén constituidos por microchips destinados a transmitir datos y servicios de Internet, a colgar en la red noticias robadas en la prensa tradicional y a bajarse canciones y películas y menos espacio a la transmisión de la voz. Lo que permite establecer si apenas género de dudas, que la industria electrónica ha apostado por las redes sociales y las empresas de telecomunicación tienen que ir a remolque de ellas, olvidándose de los tradicionales negocios de la telefonía fija.

Lo que no deja de ser una extraña paradoja es ─ y trato de desarrollar una idea anterior ─ que estén haciendo su negocio con el dinero de AT&T, Verizon, Telefónica, France Telecom y el resto de las empresas del sector. Porque, al mismo tiempo que Facebook, Twitter, Google, Youtube, Amazon, Blogger, Digg, Flick, Linkedln, MySpace, Netlog, Open Diary, One WorldTV, Badoo y otras crecen exponencialmente y su orecio de mercado está muy por encima de su valor intrínseco, no dejarían de constituir una nueva burbuja tecnológica similar a las de las «punto-com» en 2001. Y si no han quebrado ya (ni van a hacerlo a medio plazo) es porque sus dueños han tenido la habilidad de poner a su servicio a la industria electrónica y monopolizar y expropiar en beneficio propio las costosísimas redes de banda ancha cuyo uso se paga con tarifas planas insuficientes para cubrir los costes, obligando a los centenares de millones de accionistas de las empresas de telefonía a renunciar a parte de sus dividendos. Y todo ello, además, para seguir ampliando las infraestructuras y cavar su propia tumba, al tener que realizar nuevos dispendios ( un disco duro de un yotabyte, con una capacidad de almacenamiento de 1.237 cuatrillones de bytes costaría más que el PIB de todos los países del mundo en un año) como colocar satélites en órbita y ampliar la red de banda ancha para pasar de un tráfico comercial que hoy se mide todavía en terabytes y petabytes por segundo (el tráfico diario de las redes de AT&T es, por ejemplo, de 19 petabytes) pase a contarse en exabytes, zetabyte o yotabyte, la unidad de medición más alta conocida hasta ahora (equivale a 1.237 cuatrillones de bytes por segundo). Y todo ello, para alimentar un mercado de miles de redes sociales y microblogs desbocado, de incierto futuro, y dedicados en su mayor parte a contar chismes y sacar a relucir la intimidad propia y ajena.

CENTENARES DE MILES DE ACCIONISTAS DE LAS EMPRESAS TELEFONICAS EN TODO EL MUNDO PUEDEN VER MERMADOS SUS DIVIDENDOS YA QUE LA VORACIDAD DE LAS REDES SOCIALES HA OBLIGADO A LAS PRIMERAS A REALIZAR INVERSIONES MULTIMILLONARIAS

No resulta explicable, por tanto, que las empresas de telecomunicaciones que piensan ya en zetabytes y yotabytes, acusadas años atrás de prácticas monopolísticas, hayan acabado a su vez monopolizadas y engullidas sin quejarse por las plantas carnívoras de las redes sociales, que las han puesto casi a su exclusivo servicio. Y parece sólo el principio. Mientras AT&T controla el 43 por ciento del mercado de telefonía móvil en Estados Unidos tras la compra de T-Mobile y tiene más de 400 millones de usuarios en el mundo; Telefónica SA cerca de 300 y Vodafone 253 millones de abonados, tras casi un siglo de inversiones e innovaciones sostenidas (American Telephone and Telegraph, es decir AT&T, salio al mercado en 1885 y Telefónica en 1924) los usuarios de Facebook duplican a la mayoría de estas empresas. Y si vivieran juntos constituirán en tercer país más poblado de la tierra, después de China y la India, lo que le convierte junto con Youtube, Yahoo, Twitter y Google en un oligopolio de 1’5 millones de usuarios, que engulle a la cuarta parte de la población del planeta.

TODAS LAS EMPRESAS DE TELEFONÍA SE HAN VISTO OBLIGADAS A REDUCIR SU PLANTILLA AL ENTRAR EN CRISIS SU MERCADO TRADICIONAL. EN ESPAÑA, ZAPATERO ES EL UNICO GOBERNANTE DEL MUNDO QUE AMENAZA CON CONFISCAR PARTE DE LOS BENEFICIOS DE UNA OPERADORA, OBLIGANDO A TELEFONICA A COMPETIR EN DESVENTAJA EN LOS MERCADOS GLOBALES.

Todo lo cual está repercutiendo fuertemente en el futuro de los hasta ahora gigantes de la comunicación. Para adaptarse a los nuevos cambios tecnológicos, en 2008, Randall L. Stephenson, presidente de AT&T tuvo que despedir a 12.000 trabajadores de una plantilla de 298.000, quedarse con la exclusiva de venta para Estados Unidos del Ipad y anunciar que a partir de 2012 los usuarios que se acojan a la tarifa plana no podrán descargar más de 150 GB mensuales, al ocupar ellos solos, que constituyen el 2 por ciento de la red, el 20 por ciento de la banda ancha, saturándola y ralentizando los servicios al otro 98 por ciento de los usuarios. Con tres años de retrazo Telefónica SA va por el mismo camino y su presidente, César Alierta acaba de anunciar el despido de 6.000 trabajadores, para ajustar los 250.000 empleados de plantilla a las nuevas tecnologías: France Telecom, Deutsche Telecom, Nippon Telegraph y Telephone y hasta China Unicom tendrá que hacer lo mismo: reducir plantilla de la red fija, estrechar márgenes comerciales, pagar menos dividendos, suprimir parte de la red de telefonía básica y apostar por el ADSL y las nuevas redes.

Estas medidas, sin embargo, palía transitoriamente el problema pero no lo resuelven. De ahí que, en poco tiempo, antes de un par de años, mangantes, genios o tiburones cibernéticos, según se quiera ver, como Mark Zuckerberg, Andrew Bosworth, Sheryl Sandberg (Facebook), Eric Schmidt y Larry Page (Google), Jack Dorsey (Twitter), Jerry Yang (Yahoo), Jimmy Wales (Wikipedia), o Salar Kamangar (Youtube) hayan creado para su exclusivo beneficio un Eldorado, al apropiarse por la cara la «parte del león» del más suculento negocio de la primera década del siglo XXI no tendrán más remedio que avenirse a co-financiar la banda ancha o a hacer coparticipes a las sociedades que desarrollan y aportan la tecnología de la comunicación (las empresas de telefonía) en el capital de sus rentabilísimas compañías. De lo contrario, o Internet acabará colapsado al ser inviable que los operadores amplíen su cobertura con los ingresos de sus negocios tradicionales.

Porque no es de recibo que empresas sin know how, instalaciones y muy pocos empleados (es significativo que consejero delegado de Facebook, Sheryl Sandberg, no tuviera siquiera despacho desde pilotar una compañía valorada en 33.000 millones de dólares) tengan una capitalización bursátil al alza en los mercados, mientras las de telefonía cuyas inversiones anuales en mejorar sus redes se cifran en miles de millones de Euros necesitan hacer grandes esfuerzos para capear la crisis.

Algo que los gobiernos de turno deben tener en cuenta. Y aprenderse la lección de una vez. De modo que cuando una empresa como Telefónica de España u otra por razones de mercado se vea obligada a despedir a parte de su plantilla, no echen la culpa a la operadora y la carguen con impuestos especiales, algo así como una especie de expropiación gubernamental ad hoc, lo que constituye un verdadero atentado a la seguridad jurídica que sólo ocurre en España (AT&T ha despedido a 12.000 empleados y Nokia ha anunciado el de otras 7.000 personas sin que nadie amenace su cuenta de resultados obligándola a competir con desventaja en los mercados globalizados).

A pesar de sus escasas luces, Zapatero debería saber que las verdaderas responsables de este «sabotaje empresarial» son, en realidad, las redes sociales que con su ímpetu, su cada vez mayor cuota de mercado ofreciendo servicios gratis porque a ellos tampoco les cuesta nada chupar de teta ajena han distorsionado el mercado, han dejado obsoletas las formas de negocio tradicionales (teléfonos fijos y en gran parte los SMS), obligando a prescindir de una plantilla innecesaria.

Y lo mismo pasa con la mayoría de los periódicos del mundo, las casas discográficas, cadenas de televisión, las empresas editoriales y un sinfín de negocios más, cuyos productos aparecen pirateados en las páginas de Google, Facebook y otras redes. De ahí que no parezca admisible que ni los periódicos, la radio, la televisión, las editoriales, las discográficos y mucho menos los conglomerados mundiales de las telecomunicaciones tengan supeditadas sus respectivas áreas de negocio a la piratería de un grupo de robacarteras [especialmente los de las redes sociales] dispuestos a emular en cuenta corriente a Bill Gates con la infraestructura de los demás, utilizando a los internautas como su ejército particular para que los precios de los servicios de datos sigan bajando aunque haya que despedir a miles de trabajadores en todo el mundo.

LAS REDES SOCIALES ESTAN OBLIGADAS A COMPARTIR SUS NEGOCIOS CON LAS EMPRESAS TELEFONICAS Y NO A SEGUIR CONSTRUYENDO SU SILICON VALLEY EN TERRITORIO AJENO Y SIN PONER UN DURO. LA ETAPA DEL FAR WEST Y LAS PELICULAS DE JOHN WAINE PASARON A LA HISTORIA

De ahí que o unos y otros llegan a acuerdos para compartir inversiones y gastos, o el reiterado augurio del presidente de Telefónica SA, César Alierta sobre el crecimiento exponencial, desequilibrado de los medios de comunicación en la sociedad de la información, acabará saltando por los aires cuando los consejos de administración de las telefónicas decidan no invertir un Euro para que se lo queden unos pocos desaprensivos con menos escrúpulos (el delito en España se llama enriquecimiento ilícito o apropiación indebida), dispuestos a forrarse con el sudor ajeno sin innovar tecnológicamente nada ni arriesgar un centavo de sus bolsillos.

Nadie en la sociedad globalizada, ni siquiera Mark Zuckerberg, ese niñato de Harvard soberbio e intransigente que empezó creando una intranet universitaria para estudiantes que luego transformó en Facebook, a quien le gusta imponer a los demás con quién deben relacionarse, puede construir su Silicon Valley en el territorio de otros. Eso sólo ocurrió en el siglo XIX en el Far West y según hemos visto en las películas de John Wayne la mayoría de los forajidos que lo intentaron pagaron cara su osadía.

LA DICTADURA DE FACEBOOK Y LOS NUEVOS IMPERIOS DE LOS TIBURONES CIBERNETICOS DE LAS REDES SOCIALES

Hace menos de un año, en un informe que me pidió una empresa de telecomunicaciones, me atrevía a asegurar que dentro de una década, las urnas estaban llamadas a desaparecer en los países democráticos. La cada vez mayor seguridad de Internet y su implantación en casi todos los hogares permitiría votar por la red, sin salir de casa.

Me apoyaba para ello en un estudio del presidente de Telefónica, SA, sobre el cada vez más acelerado avance de las telecomunicaciones. Según tiene escrito César Alierta, el primer telegrama trasatlántico, cursado

En 1857 por la Reina Victoria, la última testa coronada de la dinastía de Hanóver en el Reino Unido [Glory to God in the highest, on earth and good will to all men] a través del cable submarino de la Anglo American Telegraph Company tardó seis semanas en llegar a su destinatario, el presidente norteamericano James Buchanan; el primer cable telefónico intercontinental tendido casi un siglo después (1956) sólo permitía establecer 36 llamadas a la vez frente a las 200.000 de los actuales; inventado en 1876 el teléfono tardó 89 años para alcanzar una aceptación masiva de 150 millones de usuarios; la televisión descubierta en 1928, en cambio, sólo necesitó 38 años hasta convertirse en un medio de comunicación masivo, hecho que se produce en 1966. En un mundo donde la tecnología avanza meteóricamente, el teléfono móvil, que entra en funcionamiento en 1983, logra una implantación de 150 millones de usuarios en 1997, es decir, en apenas 14 años; el Ipod obtiene la misma cifra de usuarios en apenas 7 años y Facebook logra los 550 millones de usuarios en menos de cinco años.

El auge de las redes sociales y su alcance planetario no tiene parangón alguno en el lento crecimiento de las telecomunicaciones hasta hace dos décadas. De hecho, se trata de una auténtica revolución. En la actualidad las seis grandes empresas del sector [Twitter (valorada en 7.700 millones de dólares en el mercado, el doble de hace 4 meses), Google (15.000 millones de dólares), Youtube (1.650 millones en 2006, tres veces más en 2011), Facebook (33.00 millones), Yahoo (30.000 millones de dólares) y Wikipedia (desconocido al no estar a la venta y financiarse con donaciones) ] llegan a 1.600 millones de personas en los cinco continentes y tienen la capacidad de unificar culturas, ideas y hacer caer barreras culturales, ideológicas, tabúes tribales y servir de tela de araña para dar a conocer cualquier algarada o revuelta popular como las ocurridas en las últimas semanas en los países del Magreb. Incluso la revista Time, donde estuve en 1987 haciendo un stage invitado por mis amigos Henry Muller y Richard “Dick” Duncan, director y director adjunto, declaraba a su co-fundador y CEO (chief executive officer) Mark Zuckerberg personaje del año en diciembre de 2010.

Lo más extraño es, sin embargo, que en los últimos 24 meses, las redes sociales no solo se han apropiado de hecho sin coste alguno de gran parte de las infraestructuras de las empresas telefónicas, sus usuarios reproducen artículos enteros de la Prensa escrita y de Internet sin pagar, se descargan canciones de Youtube que pasan de unas plataformas a otras, y han colonizado y engullido tantos negocios tradicionales ajenos que en la actualidad es más habitual ver a los habituales usuarios de móviles chateando e interactuando desde un iPhone o BlackBerry que leyendo un periódico, comprando un disco o hablando cómodamente con sus amigos o su oficina desde un teléfono fijo, cuya desaparición se anuncia a medio plazo.

LAS REDES SOCIALES HAN COLONIZADO Y SE HAN APROPIADO SIN COSTE ALGUNO DE LAS COMPAÑÍAS TELEFÓNICAS, OBLIGADAS A REALIZAR ENORMES INVERSIONES SIN PARTICIPAR EN SUS BENEFICIOS

Todo lo cual no deja de tener sus ventajas y sus riesgos. Dado el monopolio de facto establecido por las redes sociales, ayer mismo, por ejemplo, Facebook me «condenó» a 14 días de «cárcel» en las que no puedo invitar a mis amigos y conocidos a «darse de alta» en mi página. Y todo porque, al igual que ocurría en los más feroces años de la dictadura comunista en la URSS, la de Stalin, la «maquina infernal» de «Facebook» «dictaminó» por enésima vez que abusando de sus servicios al invitar a unirse a mi página a personas que «no conocía». Y, además, de paso, me aplicó una nueva condena por anticipado, cosa que ni los «jueces de la horca» hacen en el siglo XXI. Me hizo «firmar» un «acta de conformidad» redactada exclusivamente por ellos y frente a la que no había defensa alguna en la que se me advertía que si reincidía, el castigo sería mucho «más grave».

Todo lo cual, obviamente, viene a representar una forma de censura que jamás había sufrido en 40 años de ejercicio como periodista y escritor en los principales medios de comunicación de habla hispana ni por parte de las editoriales en las que he publicado los 17 libros en los últimos 19 años. ¡Manda cojones con el tal Zuckerberg!

Entiendo que las redes sociales traten de evitar las «molestias a otros usuarios» e intenten estandarizar su way of life que no es más que una forma de autoritarismo absurdo a todo el mundo. A aquellos que hemos tenido la obligación profesional de viajar por los cinco continentes y conocemos a la mayoría de los líderes políticos, sociales, culturales e intelectuales de uno y otro signo de decenas de países, con las aburridas amas de casa de Oregón, por no ir más lejos.

Todo lo cual me está llevando a pensar que, salvo WikiLeaks, este tipo de «medios de comunicación modernos» que pretenden sustituir a los tradicionales a los que he dedicado 40 años de mi vida, van camino de convertirse en si mismos en la peor de las dictaduras posibles, ordenándole a los ciudadanos con quién pueden cartearse, cual es el lenguaje políticamente correcto, a quién deben invitar a su casa y a quien no, en que establecimiento comercial deben comprar y cuáles son los discos, los libros y las películas que deben ver.

Lo que nadie cuenta es que tras este humillante trato al usuario, que más bien parece dirigido a colegiales de 8 años («niño, una hora contra la pared por hablar en clase») que a personas adultas, se encuentra uno de los negocios más prósperos del siglo XXI, construido por unos caraduras dispuestos a explotar y a aprovecharse en su beneficio de las ansias de comunicación e interacción del ser humano y a chupar la sangre de manera especial la sangre y el dinero de las compañías telefónicas de los cinco continentes y de sus millones de accionistas, convirtiéndose en molestos parásitos de sus redes de banda ancha, que saturan y ralentizan, y de sus infraestructuras de transmisión de voz y les obligan permanentemente a ampliarlas sin recibir nada a cambio.

Acrecentando, de paso su poder e influencia en la sociedad. No me extraña, por lo tanto, que los gobernantes de medio mundo ─ especialmente las dictaduras árabes y musulmanas ─ teman más a Google, Facebook o Twitter que a la bomba atómica. O que los gobiernos demócratas estén igualmente preocupados. Como en 1986, la película de Orwell, una ínfima minoría, los dueños de las redes sociales, se están tomando atribuciones que no les corresponden: pensar por todos nosotros, ordenar nuestra vida, nuestros gustos y hasta nuestros más íntimos sentimientos y pensamientos.

FACEBOOK, GOOGLE Y OTRAS ESTAN DISTORCIONANDO LOS MERCADOS MUNDIALES, IMPONIENDO LOS BIENES DE LA INFORMACIÓN A LOS INDUSTRIALES

Porque las llamadas las redes sociales, son algo más que una nueva forma de comunicación o un pasatiempo inofensivo. De hecho están cambiando el mundo e imponiendo que los bienes de la información ─ películas, música, viajes, compras online, ocio, espectáculos, deportes, software y cotizaciones en la bolsa ─ estén sustituyendo a los bienes industriales, los motores de la economía mundial. Su capacidad de influencia sobre las masas es tan grande que han ido mucho más allá. Desde 2007 constituyen una seria amenaza para AT&T, Telefónica, Vodafone/Verizon, China Mobile, Nippon Telegraph and Telephone o Deutsche Telecom al convertirse en los amos del universo cibernético: No sólo han puesto en crisis desde 2007 el negocio de la telefonía básica y de los SMS sino que están imponiendo su modelo de negocio a los hasta hace poco intocables y poderosos gigantes de la comunicación.

No es extraño, por ejemplo, que Apple, Nokia, Ericson o Sony fabriquen sus smartphones multimedia Ipad, BlackBerry, iPhone, iPod Touch, BlackBerry pensando en Twitter y Facebook y que el 80 por ciento de sus tripas estén constituidos por microchips destinados a transmitir datos y servicios de Internet, a colgar en la red noticias robadas en la prensa tradicional y a bajarse canciones y películas y menos espacio a la transmisión de la voz. Lo que permite establecer si apenas género de dudas, que la industria electrónica ha apostado por las redes sociales y las empresas de telecomunicación tienen que ir a remolque de ellas, olvidándose de los tradicionales negocios de la telefonía fija.

Lo que no deja de ser una extraña paradoja es ─ y trato de desarrollar una idea anterior ─ que estén haciendo su negocio con el dinero de AT&T, Verizon, Telefónica, France Telecom y el resto de las empresas del sector. Porque, al mismo tiempo que Facebook, Twitter, Google, Youtube, Amazon, Blogger, Digg, Flick, Linkedln, MySpace, Netlog, Open Diary, One WorldTV, Badoo y otras crecen exponencialmente y su valor nominal está muy por encima de su valor intrínseco, no dejarían de constituir una nueva burbuja tecnológica similar a las de las «punto-com» en 2001. Y si no han quebrado ya (ni van a hacerlo a medio plazo) es porque sus dueños han tenido la habilidad de poner a su servicio a la industria electrónica y monopolizar y expropiar en beneficio propio las costosísimas redes de banda ancha cuyo uso se paga con tarifas planas insuficientes para cubrir los costes, obligando a los centenares de millones de accionistas de las empresas de telefonía a renunciar a parte de sus dividendos. Y todo ello, además, para seguir ampliando las infraestructuras y cavar su propia tumba, al tener que realizar nuevos dispendios ( un disco duro de un yotabyte, con una capacidad de almacenamiento de 1.237 cuatrillones de bytes costaría más que el PIB de todos los países del mundo en un año) como colocar satélites en órbita y ampliar la red de banda ancha para pasar de un tráfico comercial que hoy se mide todavía en terabytes y petabytes por segundo (el tráfico diario de las redes de AT&T es, por ejemplo, de 19 petabytes) pase a contarse en exabytes, zetabyte o yotabyte, la unidad de medición más alta conocida hasta ahora (equivale a 1.237 cuatrillones de bytes por segundo). Y todo ello, para alimentar un mercado de miles de redes sociales y microblogs desbocado, de incierto futuro, y dedicados en su mayor parte a contar chismes y sacar a relucir la intimidad propia y ajena.

No resulta explicable, por tanto, que las empresas de telecomunicaciones que piensan ya en zetabytes y yotabytes, acusadas años atrás de prácticas monopolísticas, hayan acabado a su vez monopolizadas y engullidas sin quejarse por las plantas carnívoras de las redes sociales, que las han puesto casi a su exclusivo servicio. Y parece sólo el principio. Mientras AT&T controla el 43 por ciento del mercado de telefonía móvil en Estados Unidos tras la compra de T-Mobile y tiene más de 400 millones de usuarios en el mundo; Telefónica SA cerca de 300 y Vodafone 253 millones de abonados, tras casi un siglo de inversiones e innovaciones sostenidas (American Telephone and Telegraph, es decir AT&T, salio al mercado en 1885 y Telefónica en 1924) los usuarios de Facebook duplican a la mayoría de estas empresas. Y si vivieran juntos constituirán en tercer país más poblado de la tierra, después de China y la India, lo que le convierte junto con Youtube, Yahoo, Twitter y Google en un oligopolio de 1’5 millones de usuarios, que engulle a la cuarta parte de la población del planeta.

TODAS LAS EMPRESAS DE TELEFONÍA SE HAN VISTO OBLIGADAS A REDUCIR SU PLANTILLA AL ENTRAR EN CRISIS SU MERCADO TRADICIONAL. EN ESPAÑA, ZAPATERO ES EL UNICO GOBIERERNANTE DEL MUNDO QUE AMENAZA CON CONFISCAR PARTE DE LOS BENEFICIOS DE UNA OPERADORA, OBLIGANDO A TELEFONICA A COMPETIR EN DESVENTAJA EN LOS MERCADOS GLOBALES.

Todo lo cual está repercutiendo fuertemente en el futuro de los hasta ahora gigantes de la comunicación. Para adaptarse a los nuevos cambios tecnológicos, en 2008, Randall L. Stephenson, presidente de AT&T tuvo que despedir a 12.000 trabajadores de una plantilla de 298.000, quedarse con la exclusiva de venta para Estados Unidos del Ipad y anunciar que a partir de 2012 los usuarios que se acojan a la tarifa plana no podrán descargar más de 150 GB mensuales, al ocupar ellos solos, que constituyen el 2 por ciento de la red, el 20 por ciento de la banda ancha, saturándola y ralentizando los servicios al otro 98 por ciento de los usuarios. Con tres años de retrazo Telefónica SA va por el mismo camino y su presidente, César Alierta acaba de anunciar el despido de 6.000 trabajadores, para ajustar los 250.000 empleados de plantilla a las nuevas tecnologías: France Telecom, Deutsche Telecom, Nippon Telegraph y Telephone y hasta China Unicom tendrá que hacer lo mismo: reducir plantilla de la red fija, estrechar márgenes comerciales, pagar menos dividendos, suprimir parte de la red de telefonía básica y apostar por el ADSL y las nuevas redes.

Estas medidas, sin embargo, palía transitoriamente el problema pero no lo resuelven. De ahí que, en poco tiempo, antes de un par de años, mangantes, genios o tiburones cibernéticos, según se quiera ver, como Mark Zuckerberg, Andrew Bosworth, Sheryl Sandberg (Facebook), Eric Schmidt y Larry Page (Google), Jack Dorsey (Twitter), Jerry Yang (Yahoo), Jimmy Wales (Wikipedia), o Salar Kamangar (Youtube) hayan creado para su exclusivo beneficio un Eldorado, al apropiarse por la cara la «parte del león» del más suculento negocio de la primera década del siglo XXI no tendrán más remedio que avenirse a co-financiar la banda ancha o a hacer coparticipes a las sociedades que desarrollan y aportan la tecnología de la comunicación (las empresas de telefonía) en el capital de sus rentabilísimas compañías. De lo contrario, o Internet acabará colapsado al ser inviable que los operadores amplíen su cobertura con los ingresos de sus negocios tradicionales.

Porque no es de recibo que empresas sin know how, instalaciones y muy pocos empleados (es significativo que consejero delegado de Facebook, Sheryl Sandberg, no tuviera siquiera despacho desde pilotar una compañía valorada en 33.000 millones de dólares) tengan una capitalización bursátil al alza en los mercados, mientras las de telefonía cuyas inversiones anuales en mejorar sus redes se cifran en miles de millones de Euros necesitan hacer grandes esfuerzos para capear la crisis.

Algo que los gobiernos de turno deben tener en cuenta. Y aprenderse la lección de una vez. De modo que cuando una empresa como Telefónica de España u otra por razones de mercado se vea obligada a despedir a parte de su plantilla, no echen la culpa a la operadora y la carguen con impuestos especiales, algo así como una especie de expropiación gubernamental ad hoc, lo que constituye un verdadero atentado a la seguridad jurídica que sólo ocurre en España (AT&T ha despedido a 12 empleados y Nokia ha anunciado el de otras 7.000 personas sin que nadie amenace su cuenta de resultados obligándola a competir con desventaja en los mercados globalizados).

A pesar de sus escasas luces, Zapatero debería saber que las verdaderas responsables de este «sabotaje empresarial» son, en realidad, las redes sociales que con su ímpetu, su cada vez mayor cuota de mercado ofreciendo servicios gratis porque a ellos tampoco les cuesta nada chupar de teta ajena han distorsionado el mercado, han dejado obsoletas las formas de negocio tradicionales (teléfonos fijos y en gran parte los SMS), obligando a prescindir de una plantilla innecesaria.

Y lo mismo pasa con la mayoría de los periódicos del mundo, las casas discográficas, cadenas de televisión, las empresas editoriales y un sinfín de negocios más, cuyos productos aparecen pirateados en las páginas de Google, Facebook y otras redes. De ahí que no parezca admisible que ni los periódicos, la radio, la televisión, las editoriales, las discográficos y mucho menos los conglomerados mundiales de las telecomunicaciones tengan supeditadas sus respectivas áreas de negocio a la piratería de un grupo de robacarteras [especialmente los de las redes sociales] dispuestos a emular en cuenta corriente a Bill Gates con la infraestructura de los demás, utilizando a los internautas como su ejército particular para que los precios de los servicios de datos sigan bajando aunque haya que despedir a miles de trabajadores en todo el mundo.

LAS REDES SOCIALES ESTAN OBLIGADAS A COMPARTIR SUS NEGOCIOS CON LAS EMPRESAS TELEFONICAS Y NO A SEGUIR CONSTRUYENDO SU SILICON VALLEY EN TERRITORIO AJENO Y SIN PONER UN DURO. LA ETAPA DEL FAR WEST Y LAS PELICULAS DE JOHN WAINE PASARON A LA HISTORIA

De ahí que o unos y otros llegan a acuerdos para compartir inversiones y gastos, o el reiterado augurio del presidente de Telefónica SA, César Alierta sobre el crecimiento exponencial, desequilibrado de los medios de comunicación en la sociedad de la información, acabará saltando por los aires cuando los consejos de administración de las telefónicas decidan no invertir un Euro para que se lo queden unos pocos desaprensivos con menos escrúpulos (el delito en España se llama enriquecimiento ilícito o apropiación indebida), dispuestos a forrarse con el sudor ajeno sin innovar tecnológicamente nada ni arriesgar un centavo de sus bolsillos.

Nadie en la sociedad globalizada, ni siquiera Mark Zuckerberg, ese niñato de Harvard soberbio e intransigente que empezó creando una intranet universitaria para estudiantes que luego transformó en Facebook, a quien le gusta imponer a los demás con quién deben relacionarse, puede construir su Silicon Valley en el territorio de otros. Eso sólo ocurrió en el siglo XIX en el Far West y según hemos visto en las películas de John Wayne la mayoría de los forajidos que lo intentaron pagaron cara su osadía.