Sunday, August 1, 2010

JOSÉ LUÍS RODRÍGUEZ ZAPATERO Y ADOLFO SUAREZ, LOS DOS PERSONAJES MÁS NEFASTOS E INUTILES DE LA ESPAÑA ACTUAL


Lo mismo que en tiempos de la II República Manuel Azaña Díaz, se sumó en Cataluña al golpe de estado de octubre de 1934 y acabó encarcelado en un barco-prisión en el puerto de Barcelona, o Indalecio Prieto le donó la provincia de Vizcaya a los nacionalistas para ganar la Guerra Civil en el Norte de España, en las últimas décadas hay dos personajes igualmente de siniestros en la historia de la España.
Los dos individuos, que han ocupado la más alta magistratura de la nación después del Rey son los presidentes de Gobierno Adolfo Suárez González y José Luis Rodríguez Zapatero. Al margen de los paralelismos que se pueden establecer entre ambos, los dos son de Castilla-León, los dos son malos estudiantes, licenciados en Derecho que no abogados; los dos son políticos, y los dos tomaron decisiones que estaban más allá de lo que el sentido común y la Constitución permitían en cada momento.
Lo peor que se puede decir de Suárez, y no hay nada peor que se pueda atribuir a, es que en 1980, en menos de un mes, entregó Andalucía al PSOE y Cataluña y el País Vasco a los nacionalismos periféricos separatistas, sin reparar en el daño que hacía a España, al reproducir la situación previa a la Guerra Civil en un caso y al situar a la derecha española en una posición difícil para ejercer la alternancia del poder, en el otro.
La primera traición de ex ministro secretario general del Movimiento a las esencias patrias fue convocar el 28 de febrero de 1980 el llamado referéndum «de la iniciativa autonómica» en Andalucía y, al mismo tiempo, dar instrucciones a sus dirigentes para que votaran en contra o promovieran la abstención. Dicho de otra manera, convocar una consulta popular para oponerse a ella y perderla en beneficio de la formación política fundada por Pablo Iglesias. A partir de entonces Andalucía se convirtió en el bastión electoral socialista, que no ha perdido una sola elección en la región más meridional de España en los últimos 30 años.
Adolfo Suárez González, el hombre admirado y odiado a la vez por muchos coetáneos, iba a cometer aún más errores de «lesa-Constitución», como diría Abraham Lincoln cuando los sudistas hundieron un barco que iba a abastecer de alimento a los soldados de Fort Sumter poco antes de comenzar la guerra de secesión y «dispararon contra la bandera de las estrellas».
El 9 de marzo de ese mismo año, tras un pacto con Xavier Arzalluz el enemigo de la bandera de España, el presidente Suárez entrega la comunidad vasca al PNV y el navarro Carlos Garaikoetxea se convierte en el primer lehendakari vasco elegido por los tres herrialdes. Es una insólita condescendencia con los enemigos de España, con los que aspiran a destruir España y crear una nación libre, Suárez fue aún más allá: le dio 300 millones de dinero público para que financiaran la campaña electoral mientras se los negaba a su propio partido.
La contrapartida a esa discutida concesión política, rayana en la deslealtad y la felonía, que llevó a la UCD prácticamente a no hacer campaña electoral y dejar el terreno libre al soberanismo, consistía en que el Euzko Alderdi Jeltzalea, como se les denomina en euskera, se comprometía a acabar con ETA. No sólo no obró así: la primera y única manifestación convocada por los herederos de Sabino Arana para poner fin al terrorismo acabó en una algarada para pedir más transferencias a Madrid.
EN MENOS DE UN MES SUÁREZ ENTREGÓ ANDALUCIA AL PSOE Y CATALUÑA Y PAIS VASCO A LOS NACIONALISTAS, SACANDO A PASEAR LOS VIEJOS DEMONIOS FAMILIARES
Como no hay dos sin tres, el perspicaz e ingenioso político de Cebreros (Ávila) volvería a meter la pata una semana después en Cataluña. A Suárez le habían contado de oídas el papel histórico del PSUC (Partido de Unificación Comunista de Cataluña) en aquella región, donde era la fuerza mayoritaria, y decidió a recortarle el poder para que no se repitieran los sucesos acaecidos en la Guerra Civil, donde los comunistas al servicio de Moscú acabaron con los dirigentes del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) y declararon una guerra civil dentro de otra tal y como recoge George Orwell en Homage to Catalonia. Con tal fin llegó a un pacto secreto con Convergencia Democrática de Cataluña del siguiente tenor. El presidente estaba dispuesto a ceder todo el protagonismo electoral a Jordi Pujol siempre que esté se comprometía a frenar el avance de los comunistas.
Tras ganar las elecciones el 20 de marzo de 1980 por mayoría absoluta, Jordi Pujol cumplió su papel celeridad. Los comunistas fueron barridos del universo catalán. Pero fue peor el remedio que la enfermedad. Al separatismo catalán le habían puesto en bandeja la comunidad autónoma y a caballo regalado no se le miran los dientes.
Recapitulando: Adolfo Suárez, que había sido un hombre providencial para hacer la transición de la dictadura a la democracia, fue incapaz de gobernar en libertad. Debido a su temeridad, incapacidad y aventurerismo en menos de un mes echó por la borda todo su capital político. Su formación política, Unión de Centro Democrático pasó a convertirse en el segundo partido, después del PSOE, para acabar como una fuerza residual. Con todo, no fue eso lo realmente perverso y dañino: con sus acuerdos siniestros en La Moncloa, a altas horas de la madrugada, el de Cebreros vendió España a socialistas, y a los nacionalismos irredentos y levantiscos del PNV y Convergencia i Unió. Tras el "desastre Suárez", ¿habría alguien capaz de agravar la situación de España un poco más?
A RODRÍGUEZ ZAPATERO SE LE PUEDE APLICAR UNA DE LAS LEYES DE MURPHY: «ES INUTIL HACER CUALQUIER COSA A PRUEBA DE TONTOS, PORQUE LOS TONTOS SON MUY INGENIOSOS»
Lo había. Decía el escritor californiano Bloch Arthur en su libro de humor La Ley de Murphy que «nada hay nunca tan malo que no pueda ser empeorado». Por eso los intentos de Felipe González y, en mayor medida, de José María Aznar de enmendar dentro de lo posible los errores de Adolfo Suárez cerrando la «cuestión autonómica» y dejándolo todo «atado y bien atado» se hizo sin tener en cuanta que el cuarto presidente de la democracia sería José Luis Rodríguez Zapatero. Según la quinta Ley de Murphy, que podría ser de aplicación en este caso, «es inútil hacer cualquier cosa a prueba de tontos, porque los tontos son muy ingeniosos», o porque «la naturaleza está siempre de parte de la imperfección oculta».
Parafraseando de nuevo a Bloch Arthur y a su pesimismo congénito, «cuando [todos pensábamos] que las cosas comenzaban a ir meridianamente bien [en España], algo habrá [Zapatero] que haga que vayan mal». Dispuesto a desatar de nuevo los demonios familiares que han enzarzado a los españoles en dictaduras, guerras civiles y golpes de estado, en 2004-2005 socialistas y terroristas de Terra Lliure y con Ezquerra Republicana de Cataluña se reunieron en secreto y firmaron el Pacto del Tinell. No para que estos se sumaran a la fe democrática sino para convertir a españa en la meta de sus desmanes, a cambio de un puñado de votos malditos.
A continuación formó una alianza con los grupúsculos antisistema e Izquierda Unida, PNV y CiU para echar al Partido Popular de las instituciones y acabar con cualquier resistencia a que las cosas empeoraran un poco más en España para los españoles. Y no contento con eso, se encomendó a la tarea de entregar el País Vasco y Navarra a ETA, destruyendo la labor de todos los antecesores sin saber, como decía Murphy, que «cualquier solución [suya] por buena que parezca entraña nuevos problemas [a los demás]».
Pues bien, estos [Adolfo Suárez y José Luis Rodríguez Zapatero] son los dos gobernantes más funestos, aciagos, deplorables y negativos de la españa actual. La biografía de Suárez, es cierto, ha pasado intacta a la posteridad, como si de un hombre de estado se tratara, porque en el último momento le salvó la dignidad que supo mantener en la noche del golpe de estado del 23-F. ¿Qué extraña circunstancia salvará a Rodríguez Zapatero de acabar en el limbo de los tontos y de los mediocres?
Si como decía Bloch Arthur «todo lo que empieza bien, acaba mal y todo lo que empieza mal, acaba peor», ese chico listo y avispado de León necesitará algo más que entregar el País Vasco y Navarra a ETA y tratar de convencer a los españoles de que no ha hecho ninguna concesión a los terrositas, que ha logrado la paz en el País Vasco sin entregar algo más importante y valioso como es aquel «territorio apartado» por el que decenas de miles de españoles ha derramado su sangre desde la primera Guerra Carlista, hace ahora casi 180 años.
Porque el problema no es ETA, acorralada y sin salida desde en año 2000 sino José Luis Rodríguez Zapatero empeñado, como la mayoría de los políticos profesionales, en crear complicaciones allí donde no los hay para resolver conflictos que habían dejado de ser. Por eso, como dijo Winston Churchill a los partidarios de negociar con los enemigos de Gran Bretaña a cualquier precio «queríais paz sin honra, y ahora no tenéis ni paz, ni honra». Una frase que viene como anillo al dedo al epitafio político del invividuo que tampoco debió leer a Abraham Lincoln cuando decía "se puede engañar a todo el pueblo durante algún tiempo. A una parte del pueblo se la puede engañar siempre, pero no se puede engañar siempre a todo un pueblo". Lo cual nos lleva a pensar que lo peor que pudiera ocurrirle al presidente originario de León es que se fuera a su región y no volviera más a la meseta.

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