Tras los numerosos escándalos protagonizados en su oficina judicial y pese a los reiterados intentos de presionar al Tribunal Supremo con manifestaciones ante su sede, algaradas universitarias varias, manifiestos de supuestos grupos internacionales de prestigiosos juristas y otras bufonadas y bravuconoerías de similar estilo, tal vez en algún momento Baltasar Garzón se imaginó que podría salirse con la suya.
Vano intento. En su huída hacia adelante, ayer 10 de mayo el instructor del Juzgado Central 5 de la Audiencia Nacional sabía que su suerte estaba echada. Pretendió por eso escapar a su destino marchándose por la puerta de atrás a la Corte Penal Internacional como asesor externo del fiscal argentino Moreno Ocampo, con el que tuvo duros enfrentamientos por cuestiones de jurisdicción -dicho sea de paso- durante la investigación de los crímenes cometidos por las juntas militares del país Latinoamericano.
Pero al magistrado de Torres (Jaén) le salió el tiro por la culata. Veinticuatro horas despues de anunciar su marcha triunfal, al instructor de una de las tres causas que se le siguen en el Alto Tribunal, Luciano Varela, no le tembló lo más mínimo el pulso al decretar la apertura de juicio oral en contra del individuo más endiosado del panorama mediático y jurídicial español.
Esta semana, tras la remisión del auto al Consejo General del Poder Judicial, el juez será desposeído de su toga y sus puñetas acabarán en el cubo de la basura, lo que supone el primer acto de abandonar con deshonor la carrera que tanto mancilló. Porque, por lo que tengo oído, la acusación particular del caso va a pedir que se le inhabilite para el ejercicio de la función judicial por un periodo de 15 años, es decir, casi a permetuidad. . Así, cuando pretenda retornar a la judicatura en el 2025, será un ancianito de 70 años al que su jubilación impedirá que pueda seguir haciendo daño a tanta gente en tan corto espacio de tiempo, como ha ocurrido hasta ahora.
Entre tanto, el otrora Juez Campeador podrá seguir ganándose el pan, que eso no se quita a nadie, como un vulgar empleado externo del fiscal Ocampo en la Corte Penal Internacional en La Haya (Países Bajos). Y la democracia española, al sacudirse de una de sus excrecencias, al dejar en la hoguera de las vanidades a uno de sus últimos escollos, ganará sin duda en prestigio y credibilidad. Dicho esto solo falta asistir en el otoño próximo a su defunción judicial en el Supremo. Requiescant in pace don Baltasar. Usted y sólo usted se lo ha buscado.
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